Dahlia coccínea Cav.
Pensar en la suerte como un factor determinante no es nada científico, pero es indiscutible que en muchas ocasiones es un componente indeterminado que contribuye al éxito de las perseverancias, me refiero a este tema por las circunstancias que rodean el hecho que durante varios años he buscado a la flor silvestre de Dahlia por la senda que conduce del poblado de Tepoztlan, hacia el Teocalli del Tepozteco, sin resultado alguno, pero espero que hoy sea un día con suerte y logre encontrar a tan escurridiza flor, esperando que un halo de suerte me cubra en esta ocasión para poderla descubrir.
Es una mañana fresca saturada con aroma de humedad y verdor vegetal que se esparce por el camino rumbo a la sierra de Tepoztlan, que empieza ya delimitarse por los primeros rayos de luz mostrando su entorno caprichoso y majestuoso.
Bajo una senda cubierta por un dosel de arbóreo emprendí el viaje hacia la cúspide esperando tener resultados positivo, la luz solar languidecía por momentos, ya fuere por la exuberante vegetación o por la nube pasajera que cubría la luminosidad del sol, gotitas de agua se desprendían de las alturas refrescando el ambiente del ascenso, el camino fue pausado observando el entorno para descubrir a la flor que se niega a ser percibida o en su caso hacer el registro fotográfico del lugar.
Seguía en observación constante sobre la ruta que conduce a la cumbre del recinto Tepoztecatl, el arcano hermano menor de Quetzalcoatl, sin un resultado alentador, se negaba hacer vista la misteriosa y soñadora flor Dahlia, no tuvo la sutileza de presentarse durante el trayecto, pero no todo era contradictorio, en ese momento realice un paréntesis para disfrutar de la emancipación que proporciona el sagrado Teocalli de Ometochtli, en un ámbito libertario que se refleja en el espíritu como esencia inspiradora y la mente con sus habilidades cognitivas, reunidos en un viaje perdurable al universo.
Después de esta agradable experiencia no quedaba otra cosa que el retorno, desandar el camino cuesta abajo que ahora se tornaba más complicado debido a lo resbaladizo de las rocas húmedas, por el correr del agua de lluvia del día anterior, en este preciso momento es cuando la suerte tiende su manto y nos cubre con su halo bondad, nos detenemos para hacer un descanso momentáneo y al alzar la vista ahí en ese momento sin más que decir se aparece tímidamente una pequeña flor amarilla (Dahlia coccínea Cav.) perdida entre el follaje que impera en esta época, una sola planta, unas cuantas flores, secas al algunas, otras ya marchitas y solo dos flores relucían con el esplendor del sol, como luceros en un universo esmeraldino,
No siempre en la vida todo tiene que ser adverso, existen días que compensan las atribulaciones cotidianas y este fue un día de esos, donde las flores resplandecen para ofrecer lo que solo saben dar:
alegría y satisfacción al espíritu.Es indudable que esta hermosa flor (Dahlia coccínea Cav.) no es abundante en las estribaciones del sendero que nos conduce a la cumbre del Teocalli, ni tampoco es un descubrimiento que pueda causar admiración a las personas conocedoras ni a los pobladores del lugar, ya que ellos intiman ancestralmente con las flores de la región, pero en lo particular es un logro haberla encontrado después de muchos intentos y precisamente en la senda al Teocalli, por lo tanto podre respaldar o confirmar uno de los temas pendientes de escribir.
Las Dahlias se distribuyen en casi toda la republica mexicana, pero en este momento nos toco hacer referencia a las que están establecidas en el camino al Teocalli, en la cordillera del Tepozteco dentro del Corredor Biológico Chichinautzin, popozontepetl o montaña que hierve
Es de hacer notar que el Estado de Morelos comparte la existencia de cuatro especies de Dahlias, las cuales son D. merckii Lehm. D. rudis . D. sorensenii D. coccinea Cav., que se distribuyen por varias regiones de su territorio, que en su debido tiempo hablaremos de ellas.