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Un viaje a la montaña «Ocotitlan»

Veredita serpenteante con olor a trementina,

alfombrada de ocochal 

Nos transportamos lentamente en un esforzado camión de pasajeros, el cual serpentea alegremente sobre la cubierta asfáltica, abrasando sinnúmero de curvas y pendientes prolongadas, con el fin  de poder llegar a Santo Domingo Ocotitlan, Morelos,  un pueblo tradicional, enclavado en las tierras altas del municipio de Tepoztlan colindante con el Corredor Biológico Chichinautzin, un viaje placentero, el cual permite  observar con detenimiento el paisaje circundante entre verdes campos y floridos arbustos. En su brioso empeño el motorizado vehículo resuena entre las cañadas anunciando su paso, imitando el rugir del señor de las alturas Ocelotl, el Puma Concolor, linnaeus., el intrépido habitante de la montaña,

Conforme avanzamos la selva baja caducifolia va cediendo su dominio a la vegetación de altura, observando a la lontananza el verdor obscuro de las coníferas posesionadas de la cumbre en la zona montana, la temperatura ambiente va disminuyendo dejando atrás la calidez de la planicie, las caricias frescas del viento serrano despiertan los sentidos  percibiendo las primeras casas de la población . 

Hemos llegado al destino inmediato, al pintoresco poblado de Ocotitlan, descendimos del comunitario transporte precisamente frente a la iglesia de Santo Domingo de Guzmán, construida hace más de 400 años, sin tener la certeza de la fecha exacta, actualmente se encuentra en reparación después de los daños sufridos por el terremoto del 19 de septiembre del 2017, a partir de este punto proseguimos el camino sin un rumbo fijo en especial, caminando sobre la calle de constitución nos llama la atención un pequeño mural, con un texto muy significativo elaborada por los niños y niñas de la comunidad,  basado en la tradición oral de los abuelos. 

Había una vez un ave que encontró unas semillas en una roca y se la llevó a Santo Domingo Ocotitlan, regando porlos campos diferentes semillas fue como nació el maíz, los árboles, las flores y los frutos del pueblo…  

 Niños y niñas de Ocotitlan.

Tradiciones ancestrales de una cosmovisión en pervivencia, herencia filosófica del esplendor mesoamericano de la región, contextualizando podemos analizar varios aspectos aun presentes en la comunidad, como el de la subsistencia colectiva con los frutos proporcionados por la madre tierra, así como la obtención del alimento intangible del espíritu las flores, vigente en el simbólico término in Cuicatl in Xochitl, atávica expresión de la Poesía.

Proseguimos pausadamente nuestro camino, dejando atrás las rusticas construcciones y el susurro de la población, para pasar al cautivante silencio de los sonidos de la montaña, camino desconocido el cual nos conduce al pie del majestuoso Cerro de las Flores, Xochitepetl, con sus sorprendentes acantilados de abrupta verticalidad cubiertos de verdosa floresta, líquenes, helechos, agaves, orquídeas, una extensa vegetación aferrada a las rocas, símbolos de la tenacidad y la supervivencia. 

Efímero deleite oculto rápidamente por el inquisitivo celaje, horizonte desvanecido, un paisaje perdido solo resguardado en las profundidades de los recuerdos. 

El camino prosigue hacia el interior del bosque bajo el manto verde obscuro de los   encinos, Quercus, con sus obscuras ramas engalanadas de líquenes y pequeños helechos, ofreciendo un encantador contraste de matices, en la marcha sin un rumbo encontramos un nuevo sendero con dirección a la guarida de la niebla, tapizado de  rojizo ocochal, una vereda sin nombre,* una puerta abierta a la imaginación y a los ensueños, el ascenso a la montaña donde se resguarda el sol de los acechos nocturnos,en su eterno enfrentamiento  contra los seres del inframundo para surgir victorioso todas las mañanas.

El acenso es una seducción al caminante, una senda decorada con múltiples raíces exteriorizadas de los frondosos árboles, una telaraña viviente aferrada a la  tierra húmeda, tamizada de hojarasca de ocres tonalidades, impregnada de sugestivos aromas a trementina y montesinos recuerdos, bajo el dosel de enormes inhiestos pinos con libertad de tocar el cielo y rasgar a las nubes cuando se atreven acercase

Exhortos en el inigualable paisaje, no nos habíamos percatado de la presencia de una delicada  dahlia de rosado candor, D. merckii Lehm., escondida dentro de una maraña hierbas, mostraba sutiles pétalos de translúcida esencia,  matizados de un tenue verdor alimonado, así el tiempo paso con impúdica curiosidad tomando anotaciones y el material gráfico necesario  

Satisfechos de nuestro fortuito encuentro y con el deleite implícito, retornamos cuesta a bajo disfrutando de la amistad del bosque, la frescura y sus aromas, sin embargo la suerte esperaba al ras del vereda, en el entronque con el  camino principal una Dahlia coccinea Cav., se mostraba radiante con sus ocho amarillas y fulgurantes lígulas de no más de cinco a seis centímetros de diámetro, características implícitas de la especie, una dahlia alegrando el camino con sus flores relucientes entre el verdor del bosque.

Sin duda la ruta del encuentro, el encanto y rojizo ocochal.

Sobre la calle  principal encontramos otra sorpresa agradable, un hermoso arbusto de la Doncella Dormida, la legendaria Cuetlaxochitl, Flor de Nochebuena, Euphorbia pulcherrima Will., la cual lucia espléndida en la entrada de una humilde casa, acompañada de silvestres flores lilas, moradas, amarillas, rojas, un mundo color la rodeaba y para complementar el panorama en la reja de la entrada estaba en galardonada con las protectoras cruces de áureo resplandor del Yauhtli, Tagetes lucida Cav., Flor de Pericón, la flor de la ofrenda ancestral del maíz recio, Yauhtli, la flor de la niebla o la obscuridad,  asociada al culto mágico-religioso a Tlaloc, festejo amalgamada entre el hoy y la tradición ancestral. Satisfechos por lo vivido el día de hoy regresamos a la cotidianeidad, ahora en forma apresurada al sentir las pequeñas gotas de agua dejadas caer por la impredecible divinidad de la lluvia, la tormenta y el relámpago, el depositario del vital elemento resguardado en inmensos jarros en las cuevas de la alta montaña, sin embargo la deidad no permitió irnos incólumes, la cual soltó un ligero aguacero con el fin demostrar su dominio, de esta forma mojados esperamos el recate del autobús el cual nos conduciría a Tepoztlan, un agradable día lleno de satisfactorias experiencias. 

* Tlatzala, palabra proveniente de Nahuatl  tlali tierra, tzalan entre,  quebrada de monte – entre dos sierras. Información proporcionada por de la juvenil Ayudante Municipal de Ocotitlan  Teotlahui Viridiana.