Coragyps atratus
Ave de carroña vives de la muerte, de la carne en descomposición, pero solo tu la trasmutas en carne dulce e inmortal, solo tu y la madre tierra convierten la muerte en vida
Languidece la tarde, el crepúsculo se precipita en un manantial de luces iridiscentes formando un abanico de saetas lumínicas las cuales traspasan los sombríos nubarrones, es el tiempo del águila en su descenso silencioso hacia la región del Mictlan, va herida de muerte por el flechador del cielo derramando el liquido precioso chalchíhuatl, sobre el extenso horizonte tiñéndolo de almagres tonalidades. En su trayecto es devorada por la matriz de la tierra Tlalli Nantli, para darse paso a la región de los muertos y en consecuencia transformarse en el sol nocturno, en Tezcatlipoca el espejo humeante, el señor de la noche, el jaguar emblemático e indomable, enfrentando a los monstruos del inframundo para salir victorioso convertido en la renovada águila solar, inéditas luminiscencias se extienden nuevamente sobre el territorio mesoamericano.
El sol se revela tras el corazón del monte Tepeyolotl, lanzando sus noveles rayos de gélido fulgor sobre el sempiterno horizonte, delineando los etéreos contornos de las montañas, montes y roquedales y en lontananza descubre la sombría silueta de una ave llamada tzopilotl, sobre la ramazón de un descarnado árbol de triste presencia, agazapada aún entre sus alas por álgido viento.
Insulsa y sombría se advierte la silueta del tzopilotl el soberano de los cielos, mientras observa enrumbarse hacia el cenit al águila solar esparciendo fogosidad por doquier; despierta la matriz tierra y la mayoría de sus hijos, la vida renace y el ave de alto vuelo extiende en toda su magnitud sus obscuras alas obteniendo así de esta manera el calor necesario para remontarse hacia los aires, aletea sin enfado sobre las ramas esperando las termales corrientes de viento para iniciar su viaje a la comarca de las nublos, al fin se eleva majestosamente incorporándose a las cálidas capas superiores sin esfuerzo y en plenitud libertaria surca de nuevo la inmensidad del espacio.
El fastuoso tzopilotl transita de nuevo el firmamento con sus inmóviles alas desgarrando con la punta de sus plumas el vaporoso celaje, rivalizando con los gráciles papalotes, vuela y se revolea como niño en las aguas del río, juega con el viento en plétora independencia auspiciado por su espíritu silvestre, un éxodo ritual hacia las alturas en busca de las inmundicias de la tierra.
Se desliza suavemente sobre el viento el ave llamada tzopilotl, para mostrar su imagen indeleble en el imaginario social, el símbolo cosmogónico de muchos pueblos ancestrales, personaje ininterrumpido en la magia y la hechicería, libertador del espíritu y de los males de la carne, vuelas al ritmo del viento ya que viento eres, eres yeyecatl el limpiador del cielo, el preparador del firmamento para recibir las primeras lluvias de la temporada, eres la encarnación del espíritu del campo.
Fuerza etérea y fortaleza espiritual esencia intrínseca del señor de los aires, el tzopilotl ente viajero de las cuatrocientas tierras, enseñorea tu vuelo sobre los gentiles amos y señores de la montaña, observas el andar de los corredores a pie, los Raramuri, la gente del caminar ligero, mientras te observan y dicen ahí va Wiruz surcando el horizonte en su vuelo liberto, entretanto proyectas tu imagen sombría sobre las barrancas de la sierra tarahumara.
Víirïcï,-xi, te nombran los huicholes, los Wixaritari de las tierras del Nayar, la región donde el sol nace y se oculta al atardecer a descansar en las profundidades del mar, también es distinguido tu vuelo por los dueños de los cerros los Tepehuanas o como se denominan ellos propiamente los O’dam, los que habitan la misma tierra del Kauyumari el venado azul, el sagrado dador del alimento supremo hikuli el peyote.
La estampa mística del zopilote también se proyecta sobre la gente de linaje de las águilas, los Uacusecha, los cuales fundaron la ciudad de los colibrís Tzintzuntzan, en las orillas del lago donde se encuentra la puerta del cielo Patzcuaro, ahí se asoma Cuerauaperi, la diosa luna meciendo las tersas aguas del lago en cadencioso vaivén entre destellos de plata y concha nácar, deleite del pueblo que se nombra gente o persona, los p’urhepecha. Incrustada dentro de su cosmovisión se presentan sus dichos y creencias jakak’ukuecha, los cuales nos dicen: si muchos Kurhitsecha, zopilotes llegan habrá guerra, un símbolo nefasto el cual se desvanecerá cuando el ave de obscuro plumaje retome su vuelo hacia el infinito azul del cielo, disipando el temor de la gente de linaje de las águilas.
Los Otomis los flechadores de pájaros discurren su caminar por los senderos de las montañas de la Sierra Volcánica Transversal, entre verdes pinares, versátiles encinos y rojos madroños, mientras los hñähñú de las tierras áridas del mezquital caminan entre xerófilos matorrales, nopaleras y garambullos de dulces frutillas y en ocasiones a la orilla del río bajo la sombra de añejos ahuehuetes; sin embargo los ñuju, ñoju, yühu, de Veracruz desfrutan del paisaje donde abunda del palo de zapote o del tempexquite con sus frutos comestibles, siempre bajo la mirada serena de Dähtso, el Lucero de la Mañana alumbrando sus senderos. Son ellos los que hablan Otomi, los de las voces milenarias que se refieren a ti ave solar como Pada, personificación del principio masculino, el padre solar caliente y purificador de las inmundicias del mundo.
Xujlem el zopilote, predicador de males y desgracias, eres a su vez es la confirmación del espíritu sustancial de los tzotziles, sots’il winik hombre murciélago, eres el alma animal del recién nacido, el nahuatl que lo acompañara durante toda su vida. Eres Xujlem, el predilecto para ser el alma animal junto Ich’in el águila, Ts’unum el colibrí́ y Ti’ el pájaro carpintero.
Del bien al mal viajas Ch’om dentro del pensamiento social de ciertas comunidades de un antaño lugar llamadoAnaxuxuca lugar de caras pálidas o descoloridas, en la región de la chontalpa tabasqueña, hoy denominada Nacajuca, habitadas por los mayas chontales sobre las tierras del paraíso perdido heredado por los Mayas clásicos, es así Ch’om, que recorres los aires pregonando buenos augurios, obsequiante de la sagrada sangre para pócimas y sortilegios, donante de plumas para las rituales limpias, objeto decorativo o ayuda para resecar los ombligos de los bebés, lleno de dones es tu cuerpo inerte, símbolo maligno eres en vida, dispuesta al sacrificio.
Tzopilotl, Nahuatl; Wiruz, Raramuri; Víirïcï,-xi, Wixaritari; Kurhitsecha, P’urhepecha; Pada, Otomi; Xujlem, Tzotzil; Ch’om, Maya; tzuti, tzuti iján gatho, Zapoteco; Usej Tojol-ab'al.
INAH-Museo de Arqueología Maya, Fuerte de San Miguel